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19.3.17

Los libertinos y pornógrafos españoles

Unos pocos ilustrados españoles se permitieron, ya en el último tercio del siglo XVIII escribir obras eróticas. Así Nicolás Fernández de Moratín (Madrid, 1737-1780), Félix María de Samaniego (Laguardia, Álava, 1745-1801), o Tomás de Iriarte (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1750- Madrid, 1791), entre otros, expresaron los más íntimos placeres e hicieron apología de los goces prohibidos.
Aunque la mayor parte de sus textos libidinosos circuló de forma manuscrita y secreta, en los salones y en las tertulias, como un divertimento de las clases privilegiadas de las que formaban parte. Las principales creaciones eróticas españolas del setecientos muestran fantasías sexuales, el cuerpo sin decoro ni pudor, anécdotas y situaciones
picantes de hombres (muchos de ellos ancianos, impotentes o cornudos) y mujeres (hembras lúbricas e insatisfechas por lo general), no sin dosis de anticlericalismo (curas y obispos con barraganas y monjas libidinosas), que en general desacralizaban la moral sexual ortodoxa de su época, como venía sucediendo en la literatura francesa
e inglesa, que tan bien se conocía entre los ilustrados. Aunque este estilo español no era algo nuevo, pues ya estaba en la literatura popular grotesca desde la Edad Media y aun más lejos, en el mundo grecorromano. Sirvan como ejemplo unos versos de Félix María
Samaniego:

Esta es la capital de Siempre-meta,
país de afloja y aprieta,
donde de balde goza y se mantiene
todo el que a sus costumbres se conviene.
¡He aquí mi tierra!, dijo el viandante
luego que esto leyó, y en el instante
buscó y halló la puerta
de par en par abierta.
Por ella se coló precipitado
y viose rodeado,
no de salvajes fieros,
sino de muchos jóvenes en cueros,
con los aquellos tiesos y fornidos,
armados de unos chuzos bien lucidos,
los cuales le agarraron
y a su gobernador le presentaron.
Estaba el tal con un semblante adusto,
como ellos, en pelota; era robusto
y en la erección continua que mostraba
a todos los demás sobrepujaba.


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