Fusa Díaz
Ilustración Cristina de Cos
¿Quieres ver algo bonito, bonito de verdad? No sabía,
Tomás siempre tenía el miedo en el cuerpo, por dentro, y
no sabía a qué. Pedro lo llevó a una casa desconocida y se
agacharon frente a ella ¿Quién era aquella mujer que andaba
en camisón blanco, la que dejaba su ventana abierta, la que
enseñaba el pecho en un descuido? Pedro tenía ya los pan-
talones un poco bajados y cerraba los ojos al mismo tiempo
que abría la boca. Tomás se bajó un poco los pantalones,
dejándose llevar, abrió también la boca, cerró los ojos y puso
la mano en su sexo. Y no pasó nada. Pedro, sin dejar de tocarse, impaciente, cambió de postura y se puso mirando a
Tomás. La punta de su pene apuntaba indiscriminadamente
a Tomás que miraba la mano de Pedro, los dedos que se le
ponían blancos de tanto apretar. Cerró los ojos, abrió la boca.
Y nada, nada. Cuando la primera lágrima rodaba por sus
mejillas, lenta, Pedro alargó la mano y, sin miedo, brusco,
cogió el pequeño sexo de Tomás que se miraba el cuerpo,
el cambio, la mano de Pedro, su propia explosión. Tomás
cerró los ojos y no pensó en la mujer de la ventana, pensó
en los dedos de Pedro, en su boca que se abría, seca. Se notó
la cara arder, el cuerpo arder. Después volvió el miedo. Un
miedo extraño, irreconocible, primerizo.
Relato publicado en PERVERSIONES.
Encantador esos primeros miedos.
ResponderEliminarSalu2