Baja las persianas. Quiere resguardarse de la intromisión lasciva de las estrellas; mentir a un Sol que, en unas horas, desvelaría su secreto. No quiere interrupciones, ella es el único astro sobre el que se puede orbitar a estas horas. Nos acabamos de conocer, pero me ama como el polvo a las bibliotecas, desde siempre; quiere robar toda autoridad al tiempo y retenerme aquí por vidas sin término. Teje su tela alrededor de mí con la delicadeza de las Moiras; me regala el decoroso abrazo de las arañas. La dignidad de la presa.
Puedo sentir sus celos, palpar su miedo a que me disuelva y vuelva a escapar entre las baldosas. Es la primera y la única vez que la veré y sin embargo somos viejos conocidos: ella habita en las carantoñas de las pitones, en la esperanza de los ahorcados... Casi no puedo respirar, pero no importa. No puedo sino sentir su dolor; me mira con reproche, con temor y compasión. Es mi esposa, mi hija y mi madre. La triple diosa.
Lejos de estar a su merced, es ella quien se entrega a mí. Me guía tras el monte, hacia la sima en la que se ocultan mundos, antesala de verdades, cicatriz fuente de vida. No quiere someterme, tan sólo persuadirme a amarla. A tomar su alma y beberla, para mi placer y su tormento. Eternamente. Esta noche.
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ResponderEliminarPrecioso...
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