Ilustración de U! a.k.a. Uriel A. Durán
Mientras su hombre ha salido de caza urgido por la necesidad de alimento, la mujer prehistórica se ha quedado cobijada en la cueva que ambos han adquirido recientemente. La mudanza no fue muy compleja: una rudimentaria caja de herramientas, un ajuar de pieles a la moda, el muslo del último mamut abatido… De esto hace ya una semana, lo que su hombre lleva fuera de la cueva, cazando.
Como se aburre, la mujer prehistórica ha decorado las paredes de la cueva con dibujos simbólicos, obras maestras que como tal reconocerá la posteridad: un bisonte atravesado por saetas, un sol moribundo que preludia un cambio climático, el muslo deseado de un mamut…
Como después de haber decorado el hall de su vivienda la mujer prehistórica sigue aburriéndose, opta por tumbarse sobre una piel comodísima y desde allí planea una estrategia que la saque del hastío, de este irremediable nicho de soledad en que se halla arrojada. Entonces lo ve. En un rincón de su cueva ve el fémur descarnado del muslo posterior del último mamut y los ojos le hacen chiribitas y se le arrebata el corazón. Se levanta a por él y lo coge.
La mujer prehistórica ha dejado de aburrirse. Con las piernas abiertas y los ojos cerrados, piensa en su hombre que caza tan lejos, mientras ella con las dos manos (el fémur es largo, larguísimo) zarandea la osamenta y se la va introduciendo con cariño (a veces con furia) en el interior de una cueva distinta recién descubierta.
°o°
ResponderEliminar°o°
ResponderEliminar