Acababan de disfrutar de un rato de sexo apasionado. Yacían uno al lado del otro, pletóricos de entusiasmo y de feromonas. Él fue a preparar café y ella siguió allí, decúbito supino y sin decir palabra; pasmada, con los ojos muy abiertos y fijos en un techo plagado de contraluces juguetones. Hinchada, con los pezones tan rosados y turgentes como al principio. Él regresó recién duchado y oliendo a empalagosa gomina. Le besó sus rojos y abultados labios y depositó una taza humeante en su mesita de noche. Cogió un elegante cartapacio y se marchó a trabajar. No había transcurrido ni una hora cuando se volvió a escuchar la puerta. Una mujer vestida de forma sencilla, con un pañuelo anudado a la cabeza, avanzó con soltura por la estancia. Al pasar por el dormitorio la vio allí, igual de inerte e inflada que otras veces. La cogió de las hinchadas y rosadas piernas y la arrastró fuera de la cama sin piedad. Movió con soltura sus dedos detrás del cuello de ella, como si ya lo hubiera hecho más veces, y de repente un ruido de globo deshinchándose inundó el silencio y aquella mujer, antes desplegada y sinuosa como carretera de montaña, se fue arrugando como una pasa.
─ ¡Vamos, muñeca…debes volver a tu caja! Hay que ventilar esta
pocilga─ masculló la mujer de la limpieza mientras sus labios dibujaban un gesto cómico y su cabeza se movía hacía ambos lados.
Relato finalista en el III Premio Algazara de Microrrelatos y publicado en “Cuentos Alígeros”
Relato finalista en el III Premio Algazara de Microrrelatos y publicado en “Cuentos Alígeros”
Hola, José Antonio:
ResponderEliminarEn primer lugar, darte las gracias por incluir mi micro en este divertido proyecto.
Decirte también que has confundido la parafilia de mi historia. No se trata de PEDICACIÓN, es ANDROFILIA O PEDIOFILIA: sexo con muñecas.
;=)
Un abrazo.
Hola Mar.
ResponderEliminarTienes toda la razón, además era eso lo que quería poner; pediofilia.
Gracias.