María José Codes
Ilustración: Carla Fernández
Ponía la lavadora con parsimonia ritual, inclinando su
cuerpo sobre la máquina, de espaldas a la puerta, donde sabía
que Jorge estaría disfrutando de la brevedad de sus bragas.
Que su cuñado de veinte años anduviese observándola a
escondidas había sido molesto al principio. Luego comenzó a
sentir cierto placer en ser espiada. Su actos, antes rutinarios,
se convirtieron en representaciones únicas para un solo espectador y acabó por dejar siempre las puertas abiertas para
facilitarle la vigilancia.
Una noche que hacía el amor con su marido, Jorge
apareció desnudo en el umbral de la puerta. Ella guardó
silencio. Mientras Luis la penetraba, Jorge permanecía mudo
en su puesto de observación. Entonces ella dijo: “lo estoy
haciendo contigo”. Jorge lo entendió al punto y comenzó
a masturbarse con fogosidad. “Claro que lo estás haciendo
conmigo, amor”, respondió Luis acelerando el ritmo de su
penetración. “Lo estoy haciendo contigo”, repitió excitada
ante la reacción de su marido, sosteniendo la mirada de
Jorge. “Sigue, sigue, me encanta que me hables así, querida”,
resolló Luis al tiempo que la embestía cada vez con más
vigor. Enseguida sobrevino el final para los tres. Luis soltó
un largo aullido. Ella gimió al ver a Jorge verterse sobre la
alfombra antes de desaparecer en la penumbra. La pareja
quedó tendida y exhausta sobre las sábanas. “La próxima
vez dejaremos que entre, cariño”, le susurró Luis al oído.
Relato publicado en PervertiDos
Relato publicado en PervertiDos
Excitante! Mirar sin saber si se es visto, actuar como si no supiéramos que nos están viendo... mezcla brutal de deseos y miradas. A ver si a la próxima se lo pasan tan bien!
ResponderEliminar¡Muy bueno!
ResponderEliminarTres, a veces, no son multitud, sobre todo si uno mira.
http://programademanolibre.blogspot.com.es/2011/07/tirolesas.html