Mi marido y yo practicamos sexo en la cocina porque en nuestro dormitorio duerme el bebé y porque en el salón, se pone todo hecho un asco. No acostumbro a perder el tiempo. Mientras él me penetra, friego los platos, abrillanto la vitrocerámica y escarbo en las junturas del alicatado. Él sigue a lo suyo y a mí se me hace tarde. Abro la nevera y mi mano escala los estantes, sortea los yogures, acaricia quién sabe qué: lichis de Madagascar, frutos exóticos, mermelada de maracuyá! ¡Aaah!
Muy, muy bueno. Muy bien llevado hasta el final.
ResponderEliminarMe ha encantado.