Le han vestido de negro con un traje bastante estrecho y corto de su primo del pueblo porque, como estaban de vacaciones, no traían en la maleta nada para la ocasión. Ramón le pregunta a su madre por qué la muerte es pasar a mejor vida, pero en ese momento tienen que vestir a la abuela. Ya en la habitación, la madre se sienta en la cama y llora como un gato mientras la tía prepara la ropa. Ramón piensa que está fingiendo, que está viva. Se tapa la boca con la mano y se guarda la risa en la palma. Se acerca a la abuela y le sopla flojito en la cara: se le levanta el flequillo, pero sus ojos no parpadean. Piensa entonces que hace el muerto como nadie. Le levanta el camisón un poco y le pone la mano sobre el pecho izquierdo: no siente el corazón, no siente absolutamente nada, sólo algo de frío. Así que se pone la mano en su pecho y se pregunta en qué lado está el corazón. Cuando su madre ya tiene todo listo y se da la vuelta, se encuentra a Ramón tocándole los dos pechos desnudos a la abuela. Sin sorpresa, se dirige a su hermana que sigue preparando y le pregunta: ¿le ponemos sostén? Y la hermana dice que claro, que por qué no iban a hacerlo. Y ella qué sabe.
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