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22.1.11

Low Cost


Quim Pérez
Ilustración: Martín Pardo 
Coger un avión, aunque fuese a las seis de la mañana, para ir hasta la Costa Dálmata durante una semana de vacaciones con unos amigos se le antojaba a Ernesto el regreso al paraíso perdido. Los nervios habían desalojado al sueño de su cabeza y, aunque todavía quedaban cuarenta minutos para que sonase el despertador, no podía dormir. Laura sí lo hacía.
Ernesto, espoleado por el insomnio, le daba muchas vueltas al viaje, a las maletas, a la facturación, al despegue, etc. Se preguntó si al despegar el avión todavía sentiría esa excitación en el pene. A las cinco pasarían a recogerlos Marta y Jesús y los cuatro se encaminaría a un trayecto de cansancio y protocolos de seguridad que los conduciría hasta Rijeka.
Se propuso despertar a Laura de una manera diferente a la tiranía del despertador. Con unas tijeras de la cocina le cortó con delicadeza sus bragas. Acercó su boca al clítoris y empezó a lamerlo con ritmo de terciopelo. El cuerpo de Laura tardó en acusar el acoso de la lengua de Ernesto. Se movió ligeramente, sin saber todavía a qué se enfrentaba, pero sin negarse a afrontarlo. Ernesto aprovechó para acomodarla con delicadeza.
Ernesto, reducido a su órgano bucal, seguía excitando el sexo de Laura. Y aquella lengua húmeda, caliente, curiosa e infatigable hubiese proseguido su cometido con idéntico entusiasmo de no haber escuchado Ernesto un gemido acompañado de unas palabras, medio pronunciadas en la duermevela del despertar, pero nítidamente escuchadas.
- Oh, Jesús sigue…

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