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22.11.10

Cracking

Nuria C. Botey
Era nueva, inmaculada, se podría decir que incluso sobria en su belleza. Su sencillez me cautivó desde el momento mismo en que mis ojos se posaron sobre ella, y casi me sentí conmovido al imaginar cuánto talento, cuánta concentración, cuántas horas de dedicación callada se escondían detrás de aquellas formas puras y funcionales en estado de gracia. Nada en este mundo hubiera podido impedir que disfrutase a su costa. Un disfrute rápido y perverso, plenamente consciente del daño que causaba, y que ella soportó con silencioso estoicismo mientras yo destrozaba su perfección con mis maniobras.
Aquella noche dormí ocho horas del tirón, como un bebé satisfecho, para despertar con esa sonrisa de lunático que siempre me acompaña después de cada acto de pasión. Una máscara delatora de mi felonía, de la que sólo me desprendo con una buena paja en el cuarto de baño de la oficina, mientras los gritos del ingeniero jefe preguntando quién cojones se ha follado la línea de comandos me hacen los coros.

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