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27.4.10

Carlos Manzano
–Te voy a follar como una mala puta. Te vas a enterar de lo que es sentir una polla kilométrica incrustada más allá de la campanilla.
Colgaba nada más oír su voz; prefería imaginarme su rostro sorprendido e incrédulo tras escuchar, de sopetón, aquella sarta de procacidades sin sentido ni lógica. No en vano, la imaginación siempre ha resultado mucho más estimulante que la realidad.
–Voy a llenarte la garganta de lefa, mala puta, te colgaré de un gancho como a un cordero y luego te follaré suspendida en el aire hasta destrozarte las entrañas.
Con la otra mano, la que no sostenía el auricular, buscaba los puntos más sensibles de mi polla y segundos después me deshacía en unos irreprimibles espasmos de placer que nadie, ni la mujer más hermosa del mundo, podría nunca proporcionarme.
Aquella tarde llegué cansado y abatido del trabajo. Necesitaba hacer una llamada cuanto antes. Me iba la salud en ello. No perdí tiempo ni en cambiarme de ropa.
-Ya es hora de que alguien te folle bien follada, te voy a dejar el culo que no vas a poder sentarte en una semana.
–¿Manolo, hijo, eres tú?
De repente me acordé de que había hablado con mi madre esa misma mañana. Maldije la hora en que a alguien se le ocurrió dejar grabados los números en el teléfono e instalar la función de rellamada en el teclado. Sobre todo habiendo gente tan descuidada como yo.

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