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19.3.10

¡OH, vaya historia de amor!

Pepe Cervera
—Me estás volviendo loco— susurra.
Y luego dice su nombre, el de ella, en voz baja. Lo dice de la misma forma extenuada con que un moribundo suspira unas últimas palabras y entonces ella siente un violento escalofrío y exige que lo susurre otra vez, así, bajito, que le diga cosas.
—Ya sabes, dime que te vuelvo loco.
Y él dice sí. Dice sí con un movimiento de cabeza, sin hablar. Después lo repite.
—Sí.
Y todavía lo repite de nuevo con la misma voz agónica antes de que su cuerpo, el de ella, tan menudo, desaparezca en cuanto él se abalanza sobre la cama: Su maniobra ha sido idéntica a una estocada y el ritmo que inicia resulta vertiginoso e incontrolable; sus embestidas poseen la brusquedad desordenada de un ataque epiléptico: Así, sin pausa, como quien sacia con voracidad un ansia remota, atragantándose. Le ha pedido que lo haga allí donde se encuentra, allí dentro.
—Hazlo dentro de mí.
Y él obedece. Resopla igual que un caballo y lo hace y se desploma y respira como si se ahogara, tose y la mira sin parpadear mientras extiende una mano para rodear su nuca con los dedos y después de besarla susurra:
—Me estás volviendo loco.
—Venga papá —dice la niña, tratando ya de escabullirse—, vístete, mamá debe estar al caer.

3 comentarios:

  1. Como relato es fantástcio, otra cosa es que la Ley, la Norma y la Moral lo tipifiquen como delito.

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  2. Sutil... como tocado con la punta de los dedos casi rozando... maravillosamente expuesto.

    Salu2

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  3. Lo curioso de este relato es que en la realidad lo que hace la niña es llorar y lo que hace el padre es joderle la vida para siempre.

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