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30.12.10

Mecherofilia

Amalia Palacios
- Quiero un tatoo!, dijo la niña al entrar en la tienda de Marc, el tatuador de moda de la ciudad. Detrás ingresó ella, de figura salvaje e impetuosa.
Marc era un viejo conocido, de hecho era quien mejor guardaba su secreto. Flor, como suelen llamarla los amigos, acostumbra concretar sus fantasías en su tienda.
Con el curro de la niña de por medio, Marc intenta distraerse e iniciar una charla con Flor, quien ya se ha sentado con su minifalda intimidando a los presentes. Ante el jaleo que su presencia provoca entre los jóvenes, Marc le propone a Flor que vaya pasando detrás del biombo, recomendándole que se ponga cómoda. Ella le exige con su delicada voz que no demore, ya que la crema que se ha colocado en el día no le será suficiente. Marc mira sin ver a la niña, no puede contener su inquietud: ¿por cuánto tiempo lo has mantenido esta vez?
- Lo suficiente como para saber que lo cambio por uno nuevo. Termina tu tarea y ven conmigo por favor…
El experto tatuador abandona su trabajo con la niña, ya no puede resistirse.
En la camilla, ella ha abierto sus piernas y espera a que Marc le cambie el mechero que utiliza como piercing en su vagina.
- Esta vez la piedra me generó el calor que esperaba, por eso ahora lo intentaré con este Zippo heredado que tiene una forma imponente.

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