A veces me decepcionan tanto los hombres que paso largas épocas de sequía…
En esos días es cuando reencuentro mi éxtasis secreto en las palabras.
Palabras que son como niñas bonitas, pavoneándose cual ciruelas suspendidas de la libido de los árboles. Palabras cómo “infinito”, o “insospechable”, o “renacimiento” o “insostenible” o “inminente” o “desasosiego”…
Dios… ¡desasosiego! ¡Si supieran la de pasiones que ha despertado esa palabra en los arcanos de la historia!
D-e-s-a-s-o-s-i-e-g-oooooooo…
Yo apenas la palpo con la punta de mis labios, subo árdida por sus infinitos muslos mientras ella va clavando sus letras en mis entrañas.
Después de quedarme medio rota y jadeante, asciendo mis ojos entornados buscando un poco más de placer sublime e inmediato con el que saciarme…
Y aparece frente mis ojos lívidos la palabra “lujuria”; altiva y poderosa clavando la “i” de su impronta contra mi sexo.
Mis manos se vuelven locas confundiendo la carne con las palabras… Vuelve hasta mi pecho “desasosiego” e “inminente” para dejarme completamente deshecha por dentro…
Y esas dos palabras se van haciendo pálpitos, mientras mis muslos se van abriendo y las manos no cesan de confundírseme con las palabras.
Entonces cuando ya no puedo más…
Cuando ya todo es delirio, cuando estoy a punto de volverme absolutamente loca…
Aparece frente a mis ojos deshaciéndome por completo la palabra “orgasmo” para arrancar de mis labios el último g-e-m-i-d-o que me quedaba.
Yo antes tenía mis dudas, ahora ya no sé si quedarme con los hombres o con las palabras...
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